martes, 19 de julio de 2011

La insoportable brevedad del texto

En una ocasión escuché a una chica decir que “leer es leer una novela”. Conversando al respecto, pude conocer las razones de esta afirmación. Para ella, la lectura de un cuento o de un poema no es lectura porque se trata de textos breves. Le pregunté, entonces, qué pensaba de las personas que leían libros de cuentos o libros de poesía. “Es lo mismo”, me respondió. 


Una maestra me dijo una vez: “mis alumnos leen entre 5 y 6 libros cada ciclo escolar, y son libros de verdad”. Cuando le pregunté a que se refería con la expresión “libros de verdad” me respondió: “libros largos, novelas enteras”. 


La semana pasada me encontré a un amigo en un café del centro. Yo acaba de comprar y estaba leyendo Temporada de caza para el león negro de Tryno Maldonado. Nos saludamos y me preguntó por el libro. Yo le conté, muy emocionado, que se trataba de una novela construida a partir de 99 capítulos muy breves, algunos de una sola frase. “Ahhhh, eres un tramposo”, me dijo.


El martes 12,  en una conversación online que sostuvo con lectores de El País, Alejandro Zambra fue cuestionado sobre la brevedad de sus textos. Un internauta le ha preguntado: ¿Por qué escribes novelas tan cortas? Zambra, que ha escrito a la fecha tres novelas breves de mucha calidad, ha respondido: 


“Con "Bonsái" era un poco más deliberado, había un deseo de desandar el camino novelesco, reducirlo todo al mínimo, quitar convenciones. Hacer un bonsái de novela, no una novela. Pero con "La vida privada de los árboles" y "Formas de volver a casa" simplemente se dio un cierto trayecto. No tengo demasiadas explicaciones o explicaciones muy precisas (más allá de lo que sucede en los libros, claro). No soy partidario -así, en abstracto- de las novelas cortas o de las novelas largas. Pero me gustan mucho algunas novelas cortas, como "El coronel no tiene quien le escriba", de García Márquez", o "Las cosas" y "Un hombre que duerme", de Perec", entre muchas otras.”


Otro participante ha declarado: Me gustaría una novela suya de 400 páginas. Zambra comentó:


“Lo de escribir 400 páginas no es un reto. Nunca pienso en cuán largo o corto va a salir un libro. En verdad nunca pienso en nada que limite el proceso de creación.”


 Algo parecido escribe Andrés Neuman en el epílogo-manifiesto “Las mínimas palabras (acerca del microcuento)” que ha incluido en su libro de cuentos breves El que espera (dividió en miniaturas y brevedades). Cito:


“(…) en muchas ocasiones la extensión de un cuento empieza siendo una incógnita para el propio autor, que sin embargo suele tener claros desde un principio los recursos técnicos, de perspectiva y estructurales de que dispondrá para contar su historia. Más que proponerse “voy a escribir un cuentos de unas cuatro páginas” para a continuación buscar los recursos técnicos necesarios, lo que suele hacer esta clase de narradores es pensar “quisiera contar esta historia, y sé que me gustaría hacerlo desde este punto de vista, con este ritmo y este esquema”, siendo esta elección de lenguaje la que atrae, de forma natural, la brevedad.”


La brevedad como acontecimiento y no como búsqueda.


O, algo por el estilo, de Valeria Luiselli en Los ingrávidos:


"Las novelas son de largo aliento. Eso quieren los novelistas. Nadie sabe exactamente qué significa pero todos dicen: largo aliento. Yo tengo una bebé y un niño mediano. No me dejan respirar. Todo lo que escribo es -tiene que ser- de corto aliento. Poco aire."


En mi campo, la formación de lectores, los textos breves suelen ser apreciados por su utilidad. Por ejemplo, para la lectura en voz alta. Pero más allá de esto, me parece que no nos hemos detenido a considerar especialmente lo que la lectura de textos breves puede llegar a significar: la posibilidad de una lectura totalmente distinta a otras. 


Hay quienes todavía consideran que la narrativa breve es un género menor. Aunque autores como Cortázar o Borges hayan escrito textos breves, la brevedad de algunos textos parece volverse insoportable para algunos lectores.

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