martes, 7 de junio de 2011

El hombre que lee… una novela… o la historia de una coincidencia afortunada

Fue Mario el que me contagió la costumbre de leer Babelia. Trabajaba en el proyecto de tecnología educativa que él dirigía en Veracruz y algunas semanas, al llegar a la oficina, encontraba sobre mi escritorio el ejemplar semanal del suplemento literario de El País. Casi siempre este “regalo” tenía un fin práctico: había señalado un texto que le interesaba que yo leyera y después comentara con mis compañeros en las sesiones de capacitación que impartía. Aunque esto rara vez ocurría, yo lo leía todo. 


Hace tiempo que dejé el proyecto y sin embargo sigo leyendo Babelia, ahora en internet. Mis sábados comienzan con este ritual y una taza o dos de café. Debo decir que no siempre encuentro textos que me interesen o me gusten, pero aún así hago la lectura. El sábado pasado, encontré una entrevista que me llamó la atención, es de Leila Guerreiro y se titula: Alejandro Zambra, el hombre que lee. 


 “A los 13 años ingresó al Instituto Nacional, donde fue buen alumno -"una pena, porque queda mejor decir que fuiste pésimo"-, y se hizo lector voraz.

-Tenía claro que quería estudiar Literatura. Quería leer, y estudiar Literatura me parecía casi una estrategia para poder seguir leyendo.

A los 21 se fue de casa de sus padres y consiguió trabajo como operador telefónico de la compañía Axxa Assistance, que ofrece servicios a empresas que, a su vez, ofrecen asistencia en viajes.

-Atendía el turno de noche, así que aprovechaba para leer”.

Alejandro Zambra es pues un hombre que lee y que ha escrito, además de varios libros de poesía, tres novelas: Bonsái (que obtuvo en Chile, su país, el Premio de la Crítica y el Premio del Consejo Nacional del Libro), La vida privada de los árboles y Formas de volver a casa, todas en Anagrama, y ésta última publicada el mes pasado. Me gustó el sonido de su nombre y los títulos de sus novelas. Apunté en mi libreta de notas: conseguir algún libro de Alejandro Zambra, y leerlo.


Después pasé, otra costumbre, a consultar las novedades de Sexto Piso. Había tres o cuatro libros, me llamó la atención un título y le di click para leer la reseña. Los ingrávidos, de la mexicana Valeria Luiselli. Encontré muy buenos comentarios sobre su trabajo, entre ellos uno, precisamente, de Alejandro Zambra.

“En las páginas de este libro prevalece una incertidumbre plena y preciosa. El relato avanza tan vertiginosamente, que reímos ante el desfile de unos personajes locos y tristes, aunque por momentos pensamos que esos personajes somos nosotros mismos en otra vida –o ahora mismo, leyendo. Esta primera novela de Valeria Luiselli es asombrosa y en sus muchas posibles lecturas late generosamente el misterio de la mejor literatura.”


Me encantan estas coincidencias.  Me llamó la atención que la escritora fuera, además de mexicana, muy joven: 28 años. Apunté en mi libreta de notas: conseguir algún libro de Valeria Luiselli (tiene dos, ambos en Sexto Piso), y leerlo.


Después me fui a ver a la dentista, donde sufrí innecesariamente porque se le olvidó ponerme la anestesia. Al salir pensé, todavía adolorido, que lo ideal sería ir a buscar, inmediatamente, alguno de los libros de Alejandro y Valeria. Encontré y compré dos: La vida privada de los árboles y Los ingrávidos. En la contraportada del libro de Valeria volví a encontrar el comentario de Alejandro.


Ya en casa, y con la finalidad de olvidarme un poco del dolor postdentista, comencé a leer Los ingrávidos. No pude parar hasta terminar. Me encantó. El lenguaje no depurado sino sencillo, la brevedad, la fragmentación del texto, la poesía de la prosa… Dormí profundamente, ya no sentía dolor, y soñé con los vagones del metro.


Tomé algunas notas de esa lectura. Me gustaría compartirles algunas que se refieren a la construcción de la novela, a la forma en que se va explicando su arquitectura:

“Una novela silenciosa, para no despertar a los niños.”

“Las novelas son de largo aliento. Eso quieren los novelistas. Nadie sabe exactamente lo que significa pero todos dicen: largo aliento. Yo tengo una bebé y un niño mediano. No me dejan respirar. Todo lo que escribo es –tiene que ser- de corto aliento. Poco aire.”

“Generar una estructura llena de huecos para que siempre sea posible llegar a la página, habitarla. Nunca meter más de la cuenta, nunca estrufar, nunca amueblar ni adornar. Abrir puertas, ventanas. Levantar muros y tirarlos.”

“Una novela compacta, porosa. Como el corazón de un bebé.”

“El metro, sus múltiples paradas, sus averías, sus aceleraciones repentinas, sus zonas oscuras, podría funcionar como esquema del tiempo de esta otra novela.”

“Una novela horizontal, contada verticalmente. Una novela que se tiene que escribir desde afuera para leerse desde adentro.”

Al otro día decidí que en lugar de comenzar la lectura de La vida privada de los árboles lo mejor sería salir a buscar el otro libro de Valeria. Lo encontré, y con descuento, en la misma librería (compré también los otros dos libros de Alejandro). Papeles falsos, una pequeña colección de ensayos, de la que Margo Glantz ha dicho que es “un libro casi perfecto”. Lo leí, inmediatamente, y lo terminé en unas horas.


Y ahí encontré, otra coincidencia, una referencia a la novela Bonsái. Y entonces comencé a leer la novela… Y así he estado hasta este momento en que me decidí a escribir Algún comentario (ya estoy terminando el último libro de esta aventura, Formas de volver a casa).

1 comentario:

  1. Acabo de saber que el viernes, este viernes, Alejandro Zambra presentó su último libro en df. me hubiera gusta escucharlo. :(

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