jueves, 24 de noviembre de 2011

Sergio Pitol


Xalapa


Viví en la ciudad de Xalapa 6 años. Lo suficiente para conocer la ciudad, estudiar una carrera, hacer algunos amigos, tener buenos y malos trabajos y encontrarme con Sergio Pitol. Si como dice Sergio uno es, al fin y al cabo, “una suma mermada por infinitas restas”, creo que Xalapa me enseñó a restar mentalmente.




Fueron tantas las ocasiones en que pude ver a Sergio firmando libros en Xalapa que ya no recuerdo cuándo me firmó éste. Lo curioso es que no era la primera vez que lo encontraba y le pedía que me firmara un libro. En esa ocasión, reparó en mi apellido. Me miró a los ojos y me preguntó: ¿de dónde es tu familia? De Córdoba, le contesté. Y entonces me firmó el libro.


Fue curioso. No me preguntó “de dónde eres” o “dónde naciste”. A partir de ese momento, siempre que alguien me pregunta de dónde soy respondo que de Córdoba aunque en realidad nací en Coatzacoalcos.



Sergio (quizá sería más preciso decir: mi lectura de su obra) fue una fuerte influencia en mis años de estudiante en Xalapa. Fue más una influencia cultural que literaria: sus viajes, su pasión por los escritores polacos e ingleses, su escritura mezcla de ensayo, relato y autobiografía. Fuera de algunos encuentros, igual en una feria del libro que en un oxxo cercano a su casa, no tuve una relación familiar con él. Muchos amigos lo conocían y frecuentaban, pero a mí nunca me dio por colarme a sus reuniones. Mi relación con él ha sido de encuentros.



Oaxaca


Hace un par de semanas estuve en la Feria del libro en Oaxaca. Por las mañanas daba talleres de poesía a grupos de niños y por las tardes un taller de escritura a jóvenes. Uno de esos días, al terminar la sesión con los niños, volvía al hotel cuando me encontré de frente con Sergio. Lo saludé y me alegré de verlo bien. Me preguntó si era de Xalapa porque le parecía conocido. Le conté quién era y qué hacía en ese momento en Oaxaca. Antes de despedirnos, me invitó a una presentación que haría por la tarde en la feria.  Le aseguré que asistiría, pero de sobra sabía que no me sería posible porque a esa hora continuaba el taller de escritura.



Por la noche, después del taller, había quedado de encontrarme con Charlie en la cabina de radio junto al foro principal. Pasaba por ahí y me encontré con Sergio firmando libros. Su presentación había terminado hacía pocos minutos. Compré la reedición de su Autobiografía precoz, ahora Memoria (ERA 2011), y me acerqué a saludarlo. No sé si logró reconocerme, tuvo muchas dificultades para escribir en el libro mi apellido y su comentario. En una hoja tenía escritas algunas frases (un saludo, un abrazo…) que seguramente copiaba en los ejemplares que sus lectores le ofrecían. Como tenía dificultades para escribir en mi libro, le dije que podía dejarlo así y que me daba gusto volver a saludarlo. Me despedí de él un poco triste.



Cuando encontré a Charlie, le conté la anécdota. Caminábamos hacia el hotel y yo seguía recordando mi encuentro con Sergio en la mañana. Entonces lo vi, por tercera vez en ese día. Sergio abordaba un auto que estaba estacionado en la acera de enfrente. Cuando estaba dentro del auto, me vio por la ventana, tenía la misma mirada de preocupación que hacía unos minutos, y me dijo adiós con la mano. El auto arrancó y nosotros seguimos nuestro camino.



No sé si volveremos a encontrarnos. Pero esa noche en Oaxaca, sin más trama que los encuentros vividos, volvimos al rancho. 





2 comentarios:

  1. la vida sólo es una continuidad de encuentros y desencuentros... Saludos amigo. Luis David.

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  2. Llegué acá desde un blog viejo al que entré de casualidad -de una revista de poesía- por un comentario que vi, no respondido, allá por el 2006.
    Respondo ahora, algunos años mediante; saludos desde Argentina.
    C.

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